Cuando cae el paso de montaña de Åkneset sobre el estrecho fiordo noruego Geiranger se crea una violenta ola de 85 metros que amenaza con arrasarlo todo.
El género de películas de desastres naturales es uno de esos (justo después del terror) que siempre funciona con la gente, pues es fácil hacer una catarsis que a cualquiera logra una empatía, y al que, los años le han venido bien, pues mientras más avanza la tecnología más se ha beneficiado al lograr que los desastres sean cada vez más realistas y espectaculares, por lo que no es de extrañar que siempre (o al menos de manera común) sean éxitos de taquilla.
Ahora que el cine europeo ha ganado terreno, Noruega se une a la creación del genero con una cinta sencilla, pero (un tanto) efectiva, basando su historia en un pequeño pueblo montañés que sufre el constante temor de que el re-acomodo de las placas de una montaña provoque su caída sobre el famoso fiordo Geiranger, lo que provocaría un tsunami que terminaría con sus vidas.
El director Roar Uthaug, quien próximamente nos traerá el reboot de Tomb Raider, se aventura con una cinta de poco presupuesto, pero mucha idea y sueños grandes, que si viene se presenta en un escenario atípico, al ser en una localidad pequeña, y que si bien, no es una película que siga la fórmula del cine de desastres al pie de la letra, es una película que logra mucho con poco, y se da la libertad de querer llegar a un público más grande del que uno esperaría, cosa completamente positiva, pues eso podría abrir las puertas a próximas propuestas.
En general “La Última Ola” no es una película que vaya a dejar marcas en nuestra memoria ni que como producción marque una diferencia en el mundo del cine, pero es agradable ver que un cine como es el noruego (y ya en muchos casos el europeo) esté intentando entrar al mercado de las grandes producciones (eso sí, con una fotografía y unos paisajes deslumbrantes) que terminan siendo, en otras palabras, mucho para el cine europeo, pero casi nada para el mundial.