Josh Gordon y Will Speck, dirigen esta comedia sobre una oficina que está en problemas para mantenerse a flote, y una masiva fiesta de Navidad, donde intentaran convencer a un nuevo inversionista, es lo único que los puede salvar, pero donde se mezcla alcohol y fiesta, las cosas pueden no salir del todo bien.
Una clásica comedia de excesos donde los protagonistas tiene que enfrentarse a toda clase de situaciones que se salen de control para poder mantener sus trabajos y así brindarnos una comedia, de esas donde tienes que estar súper consciente de lo que vas a ver, apagar el cerebro para poder disfrutar la sarta de tonterías, golpes y chistes de pedos, para poder reírte una zonzera durante la hora y media que dura.
Clay (el siempre simpático T.J. Miller, que cada que lo veo me da la impresión de que es un cuate de hace años con el que quisiera siempre ir de fiesta), es el dueño de una sucursal, parte de la empresa que su padre le hereda a él y su hermana, la despiadada Carol (Jennifer Anniston, es su ahora recurrente papel de “bitch”), y que está cerca de declararse en quiebra, por lo que él y su mejor amigo y compañero de trabajo, el recién divorciado y deprimido Josh (Jason Bateman) junto a la guapísima Tracey (Olivia Munn), deberán organizar la mejor fiesta de fin de año, llena de alcohol y descontrol, para que un nuevo socio inyecte vida a la empresa… cosa que no sale nada bien.
Si deciden entrar a ver esta película esperando ver grandes actuaciones dignas de Oscar, o una historia que mueva corazones, temo decirles que saldrán muy decepcionados. La cinta es una burrada chistosa, donde si decides entrar de buenas y con ganas de reírte un rato, lo vas a lograr.
Simpática para pasar el rato y dominguear.