
De inicio pudiera parecer que una película sobre los esfuerzos de la compañía Ford por construir un auto capaz de vencer a Ferrari en el circuito de 24 horas de LeMans, solo le interesaría a aquellos que les gustan los coches (o al menos a los que saben que es la carrera de LeMans), pero afortunadamente “Ford V Ferrari” (por su titulo en ingles) logra no estancarse simplemente en su movimiento biográfico y nos regala una experiencia cinematográfica bastante entretenida, sin importar si eres el mas fanático de los autos y las carreras, o si no tienes la mínima idea ni siquiera de donde va el motor. Y me parece que es en parte, gracias al director James Mangold (Logan), que es quien logra imprimirle mucho corazón a la historia para hacerla interesante y mostrarnos la eterna batalla entre comercialismo y la entereza creativa. Un giro bastante interesante a las cintas biográficas deportivas.
La historia comienza cuando el CEO de Ford, Henry Ford II (Tracy Letts), decide seguir el consejo de su Vicepresidente Lee Iacocca (Jon Bernthal) e intentan comprar Ferrari, la cual se esta yendo a la quiebra, pero el fundador de la misma, Enzo Ferrari (Remo Girone) solo utiliza la propuesta para inflar el precio de venta y acabar vendiendo a Fiat (el sabía que Ford realmente solo iba detrás del programa de carreras de la marca. Esto obviamente enciende los ánimos de Ford II, lo que lo lleva a crear su propia división de carreras para crear un auto que pueda vencerlos en la próxima competencia. Para lograr este cometido, Iacocca recluta al ex corredor y famoso ingeniero automotriz Carroll Shelby (Matt Damon), quien sabe que, para ganar, necesitan al único piloto que podría domar un auto como el que necesitan, y ese es Ken Miles (Christian Bale), que, para mala suerte suya, es increíblemente reactivo y poco sociable, por lo que tenerlo en el equipo no será cosa fácil. ¿Será capaz este improbable par de ver el gigante Ferrari?

De las grandes fortalezas de “Contra Lo Imposible”, escrita por Jason Keller y John-Henry Butterworth, podemos nombrar el saber balancear el mito corporativo y la verdadera historia, esa que nos platica sobre un par de artistas (si, automotrices) quienes intentan por todos los medios, no comprometer su visión mientras trabajan para una compañía cuya única intención es tener una buena imagen publica y penetrar en la cabeza de sus potenciales consumidores para poder venderles sus autos. Y es precisamente ahí donde late el corazón de la historia, ese lugar donde se nos presenta a la gente que estuvo en este viaje, quien fue parte de esta historia. Damon y Bale tienen una química excelente como Shelby y Miles, con esta relación de amor / odio / respeto que tienen el uno por el otro, y que pues a pesar de sus diferencias, siempre se mantuvieron unidos gracias a su pasión en común, que eran los coches y la velocidad. Complementando a este duo, Letts y Bernthal le dan sabor a la historia, y como no podía faltar el villano, tenemos a Josh Lucas como uno de los ejecutivos de Ford, Leo Beebee, quien se encarga de ponerles todas las trabas imaginables, y que te brinda a alguien a quien odiar. Complementando la vida de Ken Miles, están su Cathrina Balfe y Noah Jupe como su esposa e hijo, y quienes se encargan de llenar de humanidad a este temperamental corredor.
Obviamente, la joya de la corona, es cuando por fin presenciamos las secuencias de las carreras del Le Mans de 1966, donde el sufrimiento y la tensión que vivimos durante la construcción del auto llegan a su desenlace y se vuelcan totalmente sobre el espectador, quien ya estará tan inmerso en la historia, que fácilmente podría creerse estar dentro de los pits. Lleno de verdaderas maniobras ejecutadas por profesionales y con el mínimo de CGI, la experiencia es emocionante y con una realidad visceral, combinando sonidos y sensaciones que solo puede brindar una pista de carreras.
Una cinta que tanto amantes como neófitos de los coches fácilmente amarán, y de la que estoy seguro, saldrán varias nominaciones para los próximos premios Oscar.
